El Himalaya y más concretamente el Annapurna se ha convertido en la zona caliente de información del alpinismo de élite. Las noticias se han sucedido sin pausa: el 17 de abril Edurne Pasaban alcanzaba la cumbre del Annapurna, su decimotercer ochomil; el 27 de abril, la coreana Oh Eun-sun completaba los 14 ochomiles en el Annapurna, rodeada por la polémica; y el 29 de abril, dos días después, nos entristecía la noticia del fallecimiento de Tolo Calafat que había quedado atrapado también en el Annapurna a 7.600 metros aquejado de un edema cerebral. Las siempre difíciles tareas de rescate contrarreloj y las vehementes declaraciones de Juanito Oiarzabal han abierto las puertas a la vieja polémica en torno a la solidaridad en la montaña.
Joe Simpson en su libro "La Vertiente Oscura" (1997) denunciaba la vergonzosa falta de humanidad ante los cuerpos agonizantes de alpinistas en el Everest.
Hace dos años, el 23 de mayo de 2008, fallecía Iñaki Ochoa de Olza también atrapado a 7.400 metros de altitud en el Annapurna.
En aquella ocasión alpinistas como Ueli Steck, Dennis Urubko y Sergei Bolotov hicieron lo imposible por asistirle y rescatarle. Aunque no pudieron salvar la vida de Ochoa de Olza, el gesto épico de estos hombres supuso un ejemplo de compañerismo y solidaridad que resucitaba el auténtico espíritu del montañismo.
Pero como sucedió con Oscar Novellón accidentado en el Latok II y cuyo rescate reclutó a lo mejor del alpinismo extremo español, la realidad se impone de forma contundente.
A partir de los 6000 o 7000 metros las reglas y el terreno de juego cambian radicalmente. Y esas son las condiciones que los alpìnistas que emprenden este tipo de ascensiones asumen voluntariamente. De qué vale culpar a unos u a otros, a sherpas o a las autoridades del lugar, a quien hizo algo y a quien no lo hizo. Yo pienso que son "cosas que pueden pasar" cuando uno se compromete con sus sueños y sus retos deportivos más ambiciosos. Hay poco margen para solicitar auxilio cuando los que están a tu alrededor están luchando por sobrevivir...
Lo que me parece injusto y más triste si cabe son las críticas que ciertos personajes del alpinismo español han dirigido contra la carrera deportiva de Edurne Pasaban.
Hace unos días, ante algunas acusaciones, Pasaban tenía que justificarse por amar la montaña y subir cumbres de 8000 metros de altitud:
He leído mucho comentarios, algunos me apoyan sin conocerme, buenas personas. Otros me critican también sin conocerme, no son malas personas, todos lo hacemos y estan en su derecho. Y otros critican conociéndome y esos seguramente tengan razón. Pero no nos olvidemos de que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia razón. Cada uno de nosotros somos propietarios de nuestros pensamientos y nuestras propias verdades.Aclararé ciertas cosas. Cuando hace unos años pensé terminar los 14 ochomiles , decidí hacerlo porque me apasiona escalar montañas, porque disfruto mucho, porque es mi vida. Y nunca como algunos creen para hacerme rica ni famosa. Porque ni los ricos, ni los famosos son más felices, y eso se lo podéis preguntar a ellos. Quizás ayuda, pero no lo consiguen, y os lo puedo confirmar yo.Nunca me ha faltado de nada en mi vida. Una persona que hace tiempo escribió en mi web "vengo de una familia, empresaria y trabajadora, sobre todo trabajadora, a la nunca nadie ha regalado nada". A mí tampoco.Es verdad que lo que he tenido es más que mucha gente. Pero nunca , nunca he sido feliz del todo. Conocida es mi pelea con la depresión, y esos dos años tan dificiles para mi familia y para mí. En la montaña he vivido la muerte de cerca, pero por desgracia la de mis amigos, no la mía.Yo tambien he sentido la muerte muy de cerca, pero en la vida real, allá abajo.Y encontré lo que buscaba aquí arriba en la montañas, donde sigue existiendo todo eso de lo que tanto habláis: la solidaridad, la amistad, y sobre todo la libertad. Por esto estoy escalando los 14 ocho miles, porque soy feliz.Y el desafío 14x8000 y "la carrera", como queramos llamarla, la hago por este motivo.(leer más)El colmo de los colmos: que alguien tenga que justificar su pasión vital y deportiva por el simple hecho de contar con el apoyo de un equipo fuerte de alpinistas y un poderoso patrocinador comercial. Todos sabemos que hay formas más puras de practicar el alpinismo como es el estilo álpino ligero o el estilo depuradísimo de Reinhold Messner, solo y sin oxígeno. Pero no debemos olvidar que la historia del alpinismo en las grandes montañas del Himalaya giró alrededor de las grandes expediciones nacionales con porteadores, sherpas, equipos de montañeros seleccionados y una logística más propia de ejércitos.
Sobre Edurne han dicho que contaba con un presupuesto altísimo, que prácticamente la subían hasta la cima, que su estilo no puede llamarse alpinismo... Todo es discutible pero en España somos muy dados a crear héroes y mitos para luego derribarlos. Ya se sabe: somos un pueblo cainita y la envidia es uno de nuestros peores pecados. Este tipo de controversias, por otro lado estériles, empañan lo que debería servir como estímulo y ejemplo para los niños y jóvenes de esta sociedad materialista y poco dada a valorar el esfuerzo personal.
Al margen de todas las polémicas, deberíamos sentirnos orgullosos (estoy convencido de que cualquier otro país así lo haría) de la carrera alpinística de Edurne Pasaban que puede convertirse en la segunda mujer que ascendió los 14 ochomiles de la Tierra. El que piense que no tiene mérito que "pruebe a subir todos los ochomiles" y que después opine.
Muchas veces he oído la frase de que subir el Mont Blanc es subir una cuesta para vacas, dicha por gente que no lo había subido nunca. Es cierto que está masificado, que el refugio Gouter es infecto, y que es técnicamente asequible, pero el Mont Blanc es una cima de 4.808 metros que encierra páginas enteras de la historia del alpinismo y cualquier montañero que se precie debería subirlo por el simple hecho de recoger ese legado que permanece escrito en el finísimo aire cimero. A ese tipo de personas que menosprecian los logros legítimos (sin trampas) de otros, como en el ejemplo del Mont Blanc, les aconsejaría que lo subieran y cuando llegaran a la cumbre mirasen 360 grados a su alrededor. Ahí está la respuesta. El que ya ha subido, si el día estaba despejado, bien lo sabe. No está mal como premio a una simple "cuesta de vacas".
Para finalizar sólo quiero apuntar que el trágico destino de Tolo Calafat es la prueba más evidente del verdadero valor y compromiso del proyecto emprendido por Edurne Pasaban, por Tolo Calafat y por todos aquellos que suben montañas.
¡Enhorabuena Edurne y mucho ánimo en el Shisha Pangma!
Desde el Club Dreampeaks queremos enviar un abrazo de ánimo para la familia y amigos de Tolo Calafat.
Gabriel Blanco
